18.9.08

Regalo

Sin demasiadas preocupaciones, el gordo espera y fuma un Lucky Strike con aire descansado, sentado en el sillón. Ella aparece taconeando de pronto, poniéndose un aro en el lóbulo de la oreja izquierda.

-¿Con ese traje blanco pensas ir? Después te ensuciás con chimichurri al primer choripán, y andás pidiendo que te pasen el sifón de soda y la sal.
Bueh, escuchame: ¿los aros estos me quedan bien? vos mejor cambiate, haceme el favor, que vamos a un asado, no a tu bautismo.
¡Gordo! ¿me oís lo que te estoy diciendo? ¿Le hablo a las paredes? No se ni para qué intento, dejá. Además, vos ya sos así, no vas a cambiar sólo para complacerme. Me voy a peinar y salimos. Andá agarrando las llaves del auto.


El gordo se queda mirando la puerta de cedro del baño, que se acaba de cerrar. Detrás de ella, se oye el zumbido de un secador de pelo. Cualquier otro hubiese buscado el control remoto de la tele, para acortar la espera. Pero el gordo no. El gordo Barry es un romántico, y a pesar de todo, o tal vez debido al monólogo que acaba de oír, se le ocurre hacerle un regalo. De modo que le da una pitada más al cigarrillo, se levanta y enciende la máquina de humo. Se sienta al piano. Y compone esto:


4 comentarios:

  1. Ooohhhh!!! un regalo para mí por mi cumpleaños!
    Viva el gordo Barry!

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  2. bueno... son cuestiones de interpretación. Que viva, o al menos que se muera un poco menos.

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  3. me encantó :)

    Patricia

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